Este año estoy viendo pocos cormoranes (una media de 8 en noviembre), en cambio hay buenas cifras de cucharas, cercetas y fochas.
Las gaviotas, como viene siendo costumbre, fueron las protagonistas de mi atención. Saqué un primer invierno de gaviota cabecinegra L. melanocephalus, y otro de gaviota patiamarilla Larus michahellis. Esta última especie se ha convertido en todo un reto de identificación, sobre todo en estas fechas, con la muda post-juvenil muy avanzada, lo que conlleva un plumaje cada vez más clarito en Larus fuscus.
Aún así, es posible diferenciarlos, al menos en un porcentaje bastante alto, atendiendo a ciertos caracteres que de forma conjunta hacen la diferenciación bastante fiable: la estructura del ave -vital-, la intensidad del plumaje en partes inferiores, el negro caudal, las coberteras y escapulares, etc.
Me quedé hasta que el sol no era más que un resplandor de fuego sobre el horizonte.
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