lunes, febrero 23, 2009

Riudecanyes

Este fin de semana he estado en Tarragona. Gracias a Albert y Matxalen, pude disfrutar de uno de los grandes espectáculos que nos brinda la ornitología a nivel mundial. Se trata de la llegada masiva de gaviotas cabecinegras Larus melanocephalus para beber las aguas dulces del embalse.

Se han llegado a registrar 45.000 ejemplares, lo que representa una buena parte de la población europea de esta especie. Tras pasar la mañana en la costa, miles de aves recorren los 10 Km. que separan el embalse de las playas de Cambrils, parando antes en los olivares, y despachando con placer las olivas arbequinas que la tierra ofrece. Tras esta breve pausa, cuando el sol comienza a debilitarse, cruzan a baja altura los primeros bando por encima de la presa, para posarse en la lámina de agua, dar unos tragos y retomar enseguida el vuelo.



Primero, unos cientos de aves, pequeños grupos aislados. Después, varios miles, en grupos más compactos. Y al final, el grueso, una impresionante columna blanca que, como dotada de vida propia, gira al unísono a favor del viento. El momento es espectacular: el único sonido, el romper del viento de miles de alas en busca de la preciada agua dulce.



Las aves a contraluz, de frente, daba igual, todo era mágico. Cabecinegras de todas las edades cruzaban por miles, llendo, viniendo, sembrando de blanco el agua de Riudecanyes.




Y de pronto, revuelo. Las que quedan se levantan, giran dos veces y se marchan, dejando un tremendo vacío donde antes bullía la vida.
Sólo el que ha visto la llegada de las grullas a Gallocanta, o los ánsares de Extremadura y Zamora, sabe de lo que hablo. Un pequeño paraíso en Tarragona.

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